En la historia del Alcázar de Córdoba ha habido presencia de personajes históricos muy conocidos como reyes, inquisidores, visitantes… En este post queremos detenernos en uno de los personajes más relevantes de la historia, no sólo de Córdoba sino también del país. Hablamos de Isabel I de Castilla, o más conocida como Isabel la Católica.
La reina Isabel junto a su esposo el rey Fernando II de Aragón, llegaron a Córdoba durante su reinado e instalaron en la ciudad una de sus cortes. Recordad que en la época, no existía un concepto de capital del reino, sino que los monarcas iban asentándose en diferentes ciudades instalando la corte en cada una de ellas. Córdoba contó con la fortuna de ser una de ellas y los Reyes Católicos residieron en el Alcázar durante al menos 8 años.
Eligieron esta ciudad por ser un lugar estratégico para la campaña contra Granada, el último reino de la península aún en manos de los musulmanes. Durante su estancia en Córdoba, Fernando era el encargado de las acciones bélicas mientras que Isabel era quien se encargaba de la logística desde el Alcázar. Instalar la corte aquí benefició muchísimo a la ciudad ya que se incrementó el comercio internacional de seda y lana, hubo mejoras urbanísticas como pavimentación de plazas y calles o soterramiento de algunos arroyos.
Curiosamente el Alcázar de los Reyes Cristianos nos cuenta una de las historias más conocidas de la ciudad que nos demuestra el carácter duro que caracterizaba a Isabel. Se dice que una costumbre de la monarca es que le gustaba pasear por el adarve de las murallas del Alcázar, cosa que no pasó desapercibida para el pueblo y por ello acudían muchas personas, en su mayoría mujeres, a la explanada que en aquellos días había frente al edificio para ver si así tenían suerte y podían ver a la reina. El caso es que a ella no le gustaba absolutamente nada que ocurriera eso y un día se asomó entre las almenas y se dirigió a las mujeres preguntándoles que si no tenían nada que hacer en sus casas para pasarse allí tanto rato y ellas le contestaron que no y que el marido tiene como labor traer el pan al hogar. Esa respuesta general no agradó para nada a Isabel y por ello decretó la conocida como Ley de Holgazanas a través de la cual ninguna mujer cordobesa, si se quedaba viuda, podía heredar nada de su marido. Esta ley estuvo vigente sólo para Córdoba capital, es por ello que las cordobesas que podían, se casaban en los pueblos de alrededor. Finalmente la ley se abolió siglos después por la intervención de un señor cordobés que gracias a su trabajo y el de su mujer pasó de ser una persona humilde, a tener una considerable fortuna y veía injusto que si él llegase a faltar, el dinero pasara a sus hijos en vez de a su mujer que era la que realmente había trabajado. Viendo justo el caso, el rey Carlos IV abolió la ley y a partir de entonces las cordobesas si se quedan viudas heredan de sus maridos.
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